Hay un sinfín de razones para mostrar cautela y que explican el reto que plantea el actual entorno de mercado: escándalo de fuga de datos de Facebook, reyertas comerciales, ajuste de la política monetaria y datos económicos más suaves, por citar algunas. Aunque el alza de tipos y el menor ímpetu del crecimiento en los mercados desarrollados no son ninguna sorpresa, su conjunción ha creado un entorno de mercado más frágil comparado con la bonanza del pasado año. En este contexto, una escalada de represalias arancelarias es sin duda la mayor preocupación para los mercados. Por ahora, las cifras no son aún relevantes como para descarrilar el crecimiento mundial y creemos que el presidente de EE. UU., así como China y otros grandes socios económicos carecen de incentivo real para una guerra comercial en la que ciertamente acabarían destruyéndose mutuamente. En otras palabras, del dicho al hecho hay mucho trecho.
En un plano más positivo, la preocupación por la inflación de EE. UU. ha remitido, lo que corrobora en parte nuestra decisión táctica del pasado mes de mejorar la duración a una leve aversión. Mantenemos tal postura ya que tal vez en las próximas semanas aflore algo más de margen alcista, máxime dada la mejoría de las valoraciones de la deuda pública desde finales del pasado año. Aun así, el panorama de medio plazo mantiene el desafío, pues el temor a la inflación podría reaparecer tarde o temprano con la consiguiente revisión de la senda de ajuste del banco central.
En renta fija, hemos reforzado la leve preferencia por la deuda emergente por la mejora de las valoraciones absolutas y relativas, especialmente frente a la corporativa. No en vano, las economías emergentes viven su propia bonanza con una coyuntura económica en mejoría, además de que si la política monetaria se relajara algo más seguramente apuntalaría un rebote lento y gradual del crecimiento. Aun así, los bonos emergentes, máxime los de divisa local, podrían sufrir ciertas presiones ante el alza de tipos de la Fed que se avecina y/o un rebote del dólar; por ende, mantenemos el tacticismo y la selectividad en esta clase de activos.
En renta variable, las posibles rémoras regulatorias para ciertos gigantes tecnológicos se han traducido en desilusión hacia los líderes del mercado, incertidumbres que lastran nuestro parecer sobre las valoraciones, sobre todo respecto a valores de altos vuelos Pero lejos quedó la burbuja puntocom, y la mayoría de las tecnológicas actuales gozan de un crecimiento de beneficios y unos flujos de efectivo sólidos. Lo mismo cabe decir del resto de la renta variable; el régimen de volatilidad ha cambiado con claridad desde febrero, aunque las estimaciones de crecimiento de los beneficios se hayan acelerado desde finales del pasado año. Ese es el quid que afrontan los inversores: una coyuntura económica actual muy favorable, pero con previsiones de deteriorarse de ahora en adelante. La gran incógnita es cuánto y a qué velocidad. Creemos que es más una desaceleración de mitad de ciclo que una recesión. En el otro término de la ecuación, las tensas valoraciones dejan poco margen de maniobra para absorber incertidumbres externas o políticas, como una guerra comercial en toda regla, que podría plantear una seria amenaza al panorama macro. Si bien el statu quo es el resultado más improbable (la volatilidad tiene algo de efecto retardado), mantenemos una leve preferencia por el riesgo, pues aún creemos que experimentamos una corrección y no el comienzo de un mercado bajista. La primavera debería hacer florecer la esperanza.
_Fabrizio Quirighetti